Diario de a bordo — Episodio 6
En la concepción de un gran edificio en plena naturaleza, el microcosmos —el mundo de lo infinitamente pequeño— también entra en juego.
En este nuevo episodio de nuestro Diario de a bordo, Guillaume Pares-Amado, responsable de obra de las Residencias del Instituto, evoca la búsqueda de una solución ética para impedir la entrada de termitas en el edificio.
Las termitas son insectos sociales que viven en colonias bajo tierra, les gusta la humedad… ¡y sienten especial atracción por la Dordoña! Pueden causar importantes daños en las viviendas al excavar galerías en la madera estructural de la que se alimentan o al infiltrarse en microfisuras que pueden aparecer con el tiempo. Se instalan entre la base del suelo y los muros, en puntos de interfaz como entre la losa y las evacuaciones de aguas residuales, por ejemplo.
La solución adoptada para las Residencias del Instituto: una malla de acero inoxidable, fabricada en Alsacia, colocada en todos los puntos por donde podrían introducirse las termitas. Guillaume explica:
Dos razones nos llevaron a elegir este producto; la primera que, como budista, para nosotros es importante intentar no matar seres. La alternativa era un aislante químico que contenía un insecticida, que mataba a las termitas al contacto. La segunda razón es que esta malla de acero inoxidable no se deteriora. El acero inoxidable es imputrescible, no se ve afectado por el medio exterior. Es un material estable que, en principio, no debería degradarse.
Por el contrario, la duración de la eficacia de la molécula química no está claramente determinada, continúa Guillaume.
Si dentro de quince o veinte años ya no funciona, la barrera deja de ser útil. Una barrera física debe mantenerse activa al menos diez años, lo cual es poco en la vida útil de un edificio.
En efecto, la ley francesa exige una garantía decenal que debe contratar cualquier constructor. Esta cubre la reparación de los daños que aparezcan después de la recepción de la obra, durante un periodo de diez años.
Se llevó a cabo un trabajo de diseño bastante minucioso. Identificamos realmente todas las zonas por las que las termitas podían introducirse. Y justamente en todos esos puntos se colocó la malla para impedirles el paso», explica Guillaume. El proyecto requiere cerca de tres kilómetros de este producto. Su colocación es relativamente sencilla: la malla se aplica con un tipo de pegamento para azulejos en diferentes fases de la construcción, por parte de albañiles en la obra: al comienzo, en las interfaces entre la losa de hormigón y los muros, y hacia el final, en las zonas de evacuación.
Es un elemento invisible a simple vista, pero que refleja la ética que está en el corazón de este proyecto: una puesta en práctica cotidiana del camino budista, uno de los ejes de vida de las futuras Residencias.
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